Comentario de mercados | 13 de marzo 2020
Las bolsas mundiales registraron el jueves 12 una de las peores caídas de su historia (en el caso del Ibex 35, la peor), lo que sumado a las pérdidas sufridas en los días anteriores implica un desplome desde máximos cercano al 30% en el índice mundial.
Intentar racionalizar lo que está ocurriendo no tiene sentido. Cuando mucha gente quiere vender al precio que sea, el que compra solo lo hace si el descuento es muy elevado. Aunque la naturaleza de cada crisis es distinta, la reacción del mercado y de los inversores es muy parecida.
Las bolsas tienen la gran ventaja de que, aún en momentos de mucho estrés e incertidumbre, puedes vender tus acciones y hacer liquidez, aunque sea a un precio muy malo, pero esa ventaja se convierte en un hacha de doble filo para aquellos inversores a los que nunca se les ocurriría vender su casa o su negocio en estos momentos y que, sin embargo, no teniendo necesidad, venden su cartera solo porque el precio ha bajado mucho.
Siempre existe la posibilidad de vender ahora para volver a entrar cuando el mercado haya recortado más o cuando estén las cosas más claras, pero la experiencia nos dice que las posibilidades de tener éxito con esta estrategia son mínimas y la claridad solo llega cuando el mercado ya se ha recuperado.
En esta ocasión, nos enfrentamos a una crisis de carácter sanitario. La buena noticia es que ya sabemos cómo controlarla. Los países que han tomado las medidas adecuadas como China, Corea o Singapur han conseguido resultados espectaculares y han frenado en seco la propagación de los contagios. La mala es que para conseguirlo hay que tomar medidas muy drásticas que van a frenar la actividad económica temporalmente.
Ante esta tesitura, los gobiernos occidentales no actuaron inicialmente con la suficiente contundencia y el COVID-19 se está propagando exponencialmente. Hoy, por fin, ante la evidencia de los datos, los políticos y la población se han concienciado y se están empezando a adoptar las medidas adecuadas de forma acelerada, que, sin duda, irán a mucho más en los próximos días. Dado que el virus tarda un tiempo en mostrar síntomas no empezaremos a ver la mejora en el incremento de los afectados hasta dentro de unas semanas. La clave será ver cómo la curva de contagios fuera de China empieza a achatarse igual que lo hizo en aquel país, donde hoy se han registrado apenas 15 nuevos casos.
Desde el punto de vista económico, el impacto en el corto plazo va a ser enorme, dado que la contención de la enfermedad será más efectiva cuanto menos interactuemos unos con otros y, por tanto, más frenemos la actividad. Pero este parón será transitorio y la economía se recuperará cuando el virus empiece a estar bajo control.
Como comentábamos al principio, las bolsas registraron ayer una de las caídas más importantes de su historia. Atribuir en estos momentos relaciones causa efecto es muy aventurado, y no pensamos que el Banco Central Europeo podría haber hecho o dicho algo que calmara a los inversores. Esta crisis no se palia bajando aun más los tipos de interés, sino proveyendo al sistema de la liquidez necesaria y, sobre todo, con políticas fiscales que están más en el tejado de los gobiernos y que pronto veremos.
En situaciones normales los mercados son un mecanismo de descuento que incorpora de forma eficiente a los precios de los activos la nueva información que va apareciendo. En momentos como el actual, en los que predominan el miedo, la incertidumbre y las emociones, estas se incorporan a los precios, por lo que difícilmente estos pueden reflejar el valor real de las cosas.
Aunque cada caso es distinto, en el pasado ya hemos asistido a situaciones que presentan ciertas similitudes como la actual. Atentados terroristas, catástrofes naturales o la propagación de otras enfermedades han provocado muchas veces momentos de pánico en los que tomar perspectiva es muy complicado. Transcurrido un tiempo, la pérdida de vidas humanas es su consecuencia más grave, mientras que en el plano económico los efectos, más allá de algunas empresas o sector, tienden a ser muy reducidos.
En las perspectivas a cinco o diez años del conjunto de empresas siguen teniendo mucha más importancia la disrupción tecnológica, los efectos de la guerra comercial o el resultado de las elecciones estadounidenses, que tener unos trimestres de parón.
Después de las caídas que hemos visto es muy difícil anticipar cuándo se calmarán los mercados. Tras un terremoto suele haber réplicas y no es descartable seguir viendo movimientos muy bruscos en ambas direcciones. Las bolsas se van a recuperar con toda seguridad, lo que no sabemos es cuando. Puede ser muy rápido si empiezan a tener efecto las medidas, el calor frena el contagio, se atisbe una vacuna o los gobiernos pongan encima de la mesa medidas muy contundentes, o más lento si la situación se prolonga.
Los precios ya son muy atractivos y descuentan un escenario que es poco probable ver, aunque como las valoraciones no son lo relevante ahora, no es descartable seguir viendo precios todavía más interesantes.
La rentabilidad de los próximos años va a depender de lo que hagamos en estos momentos. Habíamos empezado el año con niveles bajos de riesgo y con coberturas en las carteras. Nuestra estrategia ha consistido en ir aumentando el peso en renta variable a medida que se han producido las caídas para no quedarnos infrainvertidos, pero manteniendo todavía bastante margen de actuación que utilizaremos si el mercado nos sigue dando oportunidades.