¿Qué es el riesgo cuando invertimos nuestros ahorros?
El concepto de riesgo aparece siempre que hablamos de inversiones y aparece siempre asociado al de rentabilidad, aunque es un concepto menos intuitivo y con un componente de apreciación psicológica del inversor. Además, es un factor fundamental en la elección de una opción u otra para nuestro dinero. Lo cierto es que, cualquier inversión que elijamos llevará aparejado un determinado nivel de riesgo, por ello (y aunque ya hemos tratado en otras ocasiones este tema), es importante ahondar en este concepto, que tiene varias vertientes.
La mayoría de las veces cuando hablamos de riesgo hacemos referencia a la posibilidad de perder nuestro dinero como consecuencia de caídas en los mercados. Es el riesgo medido por la volatilidad. Respecto a este riesgo, es importante no olvidar que es, precisamente, el que nos permite obtener rentabilidad (es el binomio rentabilidad-riesgo).
Además, conviene que pensemos también en el riesgo de no ganar, de que la rentabilidad de nuestras inversiones no consiga batir a la inflación. También en los riesgos que conlleva el coste de oportunidad de inmovilizar el dinero en determinados activos poco líquidos, que nos impediría beneficiarnos de la rentabilidad que obtendríamos con otra inversión o que nos puede penalizar en caso de que necesitemos recuperar el dinero en un momento determinado antes del plazo previsto.
Vamos a ver estas ideas con más detenimiento.
El riesgo como volatilidad
La mayoría de las veces hablamos de riesgo para referirnos a la posibilidad de incurrir en pérdidas por una caída del valor de los activos en los que invertimos; es en lo primero que piensa un inversor. Utilizamos la volatilidad como medida de este riesgo financiero, entendida esta como el promedio de las fluctuaciones de la rentabilidad de un activo respecto a su rentabilidad media esperada. Es la amplitud de movimientos que puede sufrir el valor del activo.
Cuanto mayor es la posible desviación, mayor será la rentabilidad potencial que podríamos obtener, pero también mayor la pérdida potencial que podríamos sufrir. Es decir, a mayor volatilidad, mayor riesgo.
Lo primero que hay que entender cuando hablamos de volatilidad es que existen distintos tipos de volatilidad, los principales son la histórica (los cálculos de la misma se hacen utilizando la serie histórica y, por tanto, pueden no corresponderse con las ganancias y pérdidas que podremos experimentar en el futuro) y la implícita (que representa las expectativas y estimaciones respecto al futuro).
El riesgo de no superar la inflación
Por otra parte, el riesgo de sufrir las oscilaciones en el valor de los activos, de incurrir en una potencial pérdida, no es el único que debemos tener en cuenta cuando planificamos nuestras inversiones. Como decíamos, cuando invertimos nuestro dinero asumimos, siempre, determinados riesgos.
Hablamos de que la bolsa tiene mucho riesgo y la renta fija menos, que los depósitos están libres de riesgo, etc. Toda decisión financiera conlleva un riesgo, incluso dejar el dinero debajo del colchón conlleva una potencial pérdida (no vamos a hablar de la opción del robo, aunque existiría), porque el valor de ese dinero que guardamos en casa, con el tiempo merma como consecuencia de la inflación. Así, si elegimos esa opción, corremos el riesgo de que disminuya poder adquisitivo en el futuro y, por tanto, no logremos alcanzar nuestros objetivos (tener un ‘colchón’ adecuado para la jubilación, emprender una segunda carrera, ayudar a nuestros hijos…).
Por eso se dice con frecuencia que la inflación es el enemigo silencioso del inversor conservador, tal y como explicábamos en nuestro blog en Cinco Días. El incremento de los precios (IPC) provoca que lo que hoy compramos con un euro sea mucho menos que lo que podíamos comprar hace 15 años, pero mucho más de lo que podremos adquirir dentro de una o dos décadas. Para no perder poder adquisitivo, la rentabilidad de nuestras inversiones debería superar a la inflación.
Visto con números: si tengo, por ejemplo, 100.000 euros, en un escenario de inflación anual del 2% (actualmente es inferior, pero este es el objetivo del Banco Central Europeo) y dejo el dinero en un cajón en casa, dentro de 20 años su valor equivaldrá al de 67.000 euros de hoy. Por proteger mi dinero de la volatilidad de los mercados he perdido un poder de compra equivalente a 33.000 euros. Si optara por una inversión conservadora que me diera un 1% de rentabilidad, seguiría perdiendo poder adquisitivo, en este caso mi dinero en el futuro valdría como 78.000 euros actuales. Dejar de ganar, a largo plazo, supone un riesgo, una pérdida.
Gestionar el riesgo y proteger nuestra cartera
Además de las variables del riesgo que acabamos de ver, conviene señalar que existen varios tipos de riesgo financiero: de precio, de tipo de interés (afecta, por ejemplo, a los títulos de renta fija, cuyo valor varía en función de los tipos), de liquidez (posibilidad de deshacer la inversión a su valor de mercado), de divisa, etc.
Visto esto, cabe destacar que el riesgo de nuestras inversiones se puede gestionar de diversas maneras para tratar de maximizar el binomio rentabilidad-riesgo, como explicaremos en otro artículo en este blog dentro de un par de semanas.
Entre otras cosas, conviene realizar una correcta diversificación de las inversiones, para reducir el riesgo al que está expuesta nuestra cartera. También podemos utilizar derivados (coberturas) para modular nuestra exposición al riesgo, como explicaremos.
Los inversores debemos tener claro, mediante un ejercicio de correcta planificación financiera cuál es nuestro perfil, cuánto riesgo queremos o podemos asumir y qué rentabilidad objetivo necesitamos como punto de partida para seleccionar las inversiones que más adecuadas para nuestro caso.