Iturriaga: "Es muy poco probable que el flamante presidente esté a la altura de sus palabras"
Al final no vamos a dejar ni un solo charco sin pisar. Contra pronóstico, Trump ha ganado las elecciones presidenciales estadounidenses. No estaba del todo descartado y menos aún tras los sonados patinazos de las encuestas en plebiscitos recientes, por lo que es evidente que al mercado no le ha pillado con el pie cambiado.
Más allá de la primera impresión que causa que un candidato del perfil de Trump sea capaz de ganar unas elecciones, el análisis del impacto que pueda tener a largo plazo en el economía estadounidense y en los mercados no es obvio, fundamentalmente, porque es muy poco probable que el flamante presidente esté a la altura de sus palabras. Su absoluta falta de ideales -de algo le tiene que servir no creer absolutamente en nada- evidencia que lo dicho hasta ahora ha sido un medio -y muy útil, por cierto- para alcanzar un fin. Ahora le toca retratarse de verdad. Y, a priori, Trump, si deja de lado todas las soflamas y eslóganes de corte populista, no tiene por qué ser peor para la economía estadounidense que Clinton. No olvidemos que las medidas económicas son pro-growth (expansión fiscal, bajadas de impuestos, inversión en infraestructura mayor que Clinton…).
A esto hay que sumar que, en este nuevo escenario, las posibilidades de un mayor impulso de la política fiscal a nivel global podrían romper con el mantra de estancamiento secular que lleva tiempo instalado en el mercado, lo que debería continuar dando soporte al reflation trade que ha empezado a asomar la patita últimamente. Y esto sí supondría un cambio para el que los mercados no están posicionados. Algo más de crecimiento e inflación va a romper la cintura a más de uno.
Cabe destacar que en esta época de populismos, España es un oasis de moderación y eso hay que valorarlo. Es más inversión. Es más crecimiento. Y debería ser el mejor argumento para que se cerrara de una vez por todas el descuento con el que cotizan los activos españoles como consecuencia de los infundados miedos políticos que han pesado sobre ellos en los últimos tiempos. España debería volver por la puerta grande al radar de los inversores internacionales.