Cinco diferencias entre el jubilado de hoy y el del futuro

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04/10/2010

Que las cosas están cambiando y que lo hacen a un ritmo vertiginoso no hay duda. Tanto es así, que apenas da tiempo a tomar conciencia del acontecimiento y de sus implicaciones. ¡Cómo para dar una respuesta adecuada!

Aunque algunas voces venían advirtiendo, desde hace algunos años, sobre la necesidad de encarar el problema de las pensiones, parece que a muchos les sorprende que hoy estén encima de la mesa un abanico de urgentes e ineludibles reformas que exigirán, seguro, un mayor esfuerzo a todos.

Las cosas han cambiado y por tanto, también debe hacerlo la forma de afrontarlas. Los jubilados de antaño no se parecen a los actuales y, menos aun a los que lo seremos en el futuro. Aquí hay cinco argumentos para la reflexión.

1.- Esperanza de vida

Hace cuarenta años, era difícil sobrevivir en más de diez años al acontecimiento de la jubilación. Las necesidades financieras durante la jubilación tenían un horizonte temporal más limitado. Tanto es así que el objetivo cuantitativamente más importante era la herencia y no tanto la necesidad de completar la pensión pública. El jubilado de hace algunos años era capaz de adaptar su nivel de gasto a su nueva situación de ingresos, renunciando a lo supérfluo.

Hoy llegamos en mejores condiciones y con más necesidades creadas. Es probable vivir más allá de los ochenta años y, más aún, es seguro que la esperanza de vida seguirá creciendo. Por tanto tenemos un horizonte temporal mayor y unas exigencias de gasto también mayores que tenemos que financiar con el capital acumulado durante nuestra etapa activa. Aquí hay una pregunta clave: ¿a qué edad quiere usted jubilarse? Empieza a ser imprescindible pensar, igual que lo hacemos en el desarrollo profesional a corto plazo, en el rumbo que queremos dar a nuestra carrera, toda vez que el modelo “trabajo hasta la extenuación para jubilarme a los 45” ha sido superado.

2.- Menos pensión pública

Porque lo que si ha funcionado es la historia que le contaron a nuestros padres: “trabaja mucho y llegarás al oasis de la jubilación”. Es decir, las pensiones públicas, en un sistema como el nuestro, mientras que el equilibrio entre financiadores y financiados se ha mantenido, han funcionado bien.

Lo que nos espera son requisitos más duros para acceder a menores prestaciones. Esto exige, a todas luces, un mayor ejercicio de responsabilidad individual en la planificación de nuestras finanzas personales.

3.- Menor ahorro acumulado

No sólo tendremos más necesidades mañana, ya las tenemos hoy. Nos exigimos un mayor nivel de vida, en ocasiones al borde de nuestras posibilidades financieras, al calor de una larga etapa de tipos bajos y efecto riqueza. Tanto es así que el desequilibrio entre nuestro presente y nuestro futuro es cada vez mayor por el nivel de endeudamiento y la baja tasa de ahorro.

No sólo hemos ahorrado poco, sino que lo hemos hecho, en general, mal. Prueba de ello es que el centro de la conversación que proponen las entidades financieras en el ahorro para la jubilación está en el argumento fiscal y en el regalo por aportación o traspaso del plan de pensiones. “Ventajas” envenenadas y cortoplacistas que no nos dejan ver que lo importante es cómo estaremos en la jubilación.

4.- Menor capacidad de ahorro

Hemos tenido un marco favorable para “hacer granero”. Mayor renta disponible, fruto de menores impuestos; mayores ingresos, lo que potencialmente nos permitía mayor ahorro. Tal vez ahora, cuando tomamos conciencia del problema, nos encontremos con que resulta más difícil pensar en mañana cuando el hoy es incierto.

5.- Menor rentabilidad en activos teóricamente más seguros

Durante años hemos gozado de tipos de interés muy elevados que favorecían, especialmente, a los rentistas. Cien millones al 10% generaban una renta anual del diez millones, con los que se podía vivir cómodamente. Hoy esa rentabilidad sólo es posible asumiendo riesgo, lo que exige, por una parte, fijar bien cuál es nuestra capacidad financiera y psicológica de asumir riesgo, compatible con nuestro objetivo de rentabilidad y, por otra, gestionar adecuadamente las fuentes de riesgo.

Los tipos, presumiblemente al alza, no son buenos aliados para el ahorro en renta fija. Además, a largo plazo, debemos tener en cuenta la inflación y los impuestos, por lo que los activos a más corto plazo, no servirán para canalizar el ahorro para jubilación.

Además, el activo por excelencia en el ahorro para jubilación, la vivienda, nos ha enseñado algunas cosas respecto a la liquidez y al endeudamiento que no deberíamos olvidar y que deberían hacernos enterrar para siempre aquello de que “mi casa es mi plan de pensiones”.

Y usted, ¿ha pensado en cómo y cuándo jubilarse?