Dependencia, incapacidad y discapacidad: ¿cuáles son las diferencias?
Muchas veces, por desconocimiento, utilizamos palabras con distinto significado creyendo que son muy parecidas o que, incluso, son sinónimos. Esto nos puede ocurrir cuando hablamos de dependencia, incapacidad y discapacidad.
Conocer las diferencias entre ellas puede ayudarnos a la hora de buscar información o solicitar ayudas por prestaciones si nosotros o algún familiar sufrimos alguna de ellas. ¿A qué se refiere cada una?
¿Qué es la dependencia? Una persona se encuentra en estado de dependencia cuando no tiene autonomía intelectual, física o sensorial y necesita ayuda para la realización de las tareas básicas del día a día, es decir, cuando necesita apoyo. Existen distintos grados de dependencia, y en función de cuál se tenga, la persona tendrá derecho a recibir distintos tipos de ayuda y prestaciones.
La dependencia puede venir de la mano de una enfermedad, por una discapacidad o por longevidad. “Somos el primer país por dependencia y el segundo por longevidad, y esta última no va siempre acompañada con salud. Por ello, la dependencia es un concepto que nos puede afectar a todos en algún punto de nuestra vida”, señala Belén Alarcón, socia y directora de Asesoramiento patrimonial de Abante.
Por otro lado, cuando hablamos de discapacidad nos referimos a una persona con deficiencias en sus capacidades físicas, psíquicas o sensoriales, ya sea a nivel laboral o a nivel personal y social. Existen distintos tipos que varían en función del grado de síntomas o secuelas que tenga la persona discapacitada y dependiendo del nivel de autonomía que tengan. ¿Y cuál es la diferencia principal con la dependencia? La discapacidad se centra en las limitaciones y la dependencia en la autonomía.
¿Y la incapacidad? Consiste en la imposibilidad o dificultad de desempeñar un trabajo o actividad laboral por una enfermedad o accidente, por lo que se limita al ámbito laboral, generando derecho a tener prestaciones de la Seguridad Social. También tiene distintos niveles dependiendo del grado que padezca la persona.
Aunque sean conceptos que puedan estar muy relacionados y en algunos casos pueden convivir en una misma situación personal, es importante diferenciarlos para poder comprender los servicios, leyes y prestaciones que vienen de la mano con cada uno.
Trazar un plan de previsión para prevenir y proteger lo construido
¿Qué pasa si ocurriese alguna situación que nos obligue a recurrir a nuestros ahorros, como una dependencia? O, ¿cómo podemos ayudar a nuestra familia si, por ejemplo, la persona con más ingresos sufre una incapacidad permanente?
Paula Satrústegui, socia de Asesoramiento patrimonial de Abante, explica que el primer paso para asegurar el futuro económico pasa por pensar en un plan personal y financiero: “Para proteger a nuestros familiares el día de mañana debemos trazar un plan y evaluar nuestras circunstancias y ver qué mecanismos y qué vehículos son los más adecuados para cada uno de nosotros”.
En este sentido, Satrústegui subraya que no se trata de pensar en el dinero, “este no es un fin en sí mismo, sino que es un medio que nos ayuda a conseguir aquellas cosas que son importantes para nosotros”. Tenemos, por tanto, que hacer una reflexión sobre cuáles son nuestros objetivos, qué queremos conseguir o proteger, y una vez tengamos una visión global, pintar con números cómo vamos a conseguirlo. Es decir, se trata de anticiparse a situaciones complicadas, trazando un plan adecuado y personalizado que contemple las posibles necesidades, dentro de un plan de previsión que nos ayude asegurar lo que queremos y nuestra independencia económica.
¿Cómo me puedo proteger ante una situación de dependencia, incapacidad o discapacidad?