Cómo cubrir el riesgo de longevidad con la hipoteca inversa
En los últimos meses hemos vuelto a leer mucho sobre una fórmula de financiación que llevaba unos años olvidada: la hipoteca inversa. Cada vez son más las entidades que están poniendo en marcha este tipo de producto que tiene como principal objetivo dotar de liquidez a las personas de más de 65 años que no cuentan con suficientes recursos económicos pero que, en cambio, tienen una vivienda en propiedad.
¿Es siempre la mejor fórmula para financiar la jubilación? La realidad es que la hipoteca inversa es un producto complejo que requiere de un buen asesoramiento financiero experto e independiente para que la persona que lo contrate entienda bien cómo funciona, sus principales características y qué implicaciones va a tener a medio y largo plazo, tanto para ellos mismos como para sus herederos.
Porque la clave a la hora de contratar cualquier producto financiero es comprenderlo bien para poder ver si encaja con nuestra situación personal, tanto a nivel financiero, como patrimonial y fiscal y, muy importante, también a nivel familiar, y si no compromete cualquiera de los objetivos o planes que tenemos en nuestro proyecto biográfico.
Para quién es la hipoteca inversa
¿Sabemos realmente a quién va destinada la hipoteca inversa y en qué situaciones puede ser una buena idea? La hipoteca inversa es una fórmula que permite transformar la vivienda en ingresos.
Es un producto pensado para las personas de 65 años o más que no cuentan con el ahorro financiero suficiente para vivir durante su jubilación. Es decir, la hipoteca inversa ayuda a cubrir el riesgo de longevidad y de vivir más años de los que habíamos pensado consiguiendo liquidez a través del patrimonio inmobiliario.
Es una forma de que las personas que se encuentran ya en la etapa pasiva de consumo de rentas y que no cuentan con dinero suficiente para hacer frente a sus gastos, puedan tener liquidez para ir viviendo durante su jubilación sin tener que renunciar a su casa -ya que siguen viviendo en ella- y pudiendo cumplir con los objetivos que se habían marcado para cuando dejaran de trabajar.
En realidad, la problemática de llegar a la jubilación con poca liquidez y con patrimonio inmobiliario no es algo nuevo, pero lo que sí está cambiando es la forma de hacer frente a esta situación con fórmulas más flexibles como la hipoteca inversa, en un contexto en el que este escenario se complica porque cada vez vivimos más años.
Llegar a tener vidas centenarias es una buena noticia, pero a nivel económico implica que vamos a necesitar más dinero para financiar esos años de más que vamos a vivir en los que, por un lado, vamos a gastar más porque vamos a llegar a la jubilación más activos y con más ganas de hacer cosas y, por otro lado, tenemos más probabilidades de sufrir una enfermedad o dependencia que nos requiera de cuidados médicos y de un mayor gasto.
Esta nueva tendencia demográfica a la que nos dirigimos en España y que va a ir a más -desde el INE señalan que la población de 65 años o más llegará a suponer el 30% del total en 2030, frente al 20% que representa en la actualidad-, se produce en un país en el que, tradicionalmente, hemos tenido bastante predilección por el ‘ladrillo’. De hecho, las cifras reflejan que el 77% de los españoles vive en un inmueble en propiedad, lo que nos sitúa como uno de los países europeos en el que más se invierte en vivienda.
Además, a esta predisposición por invertir en inmuebles se le une el sentimiento que generamos hacia ellos. Muchas personas recuerdan con mucho cariño la casa en la que han vivido toda su vida y cuando llegan a edades avanzadas no quieren abandonarlas y tener que cambiar de vivienda, y también quieren que, cuando fallezcan, sus hijos puedan heredarla. Y ambas cosas las permite la hipoteca inversa.
¿En qué consiste exactamente la hipoteca inversa?
La hipoteca Inversa es un crédito con garantía hipotecaria destinado a las personas mayores de 65 años o dependientes propietarias de una vivienda. La entidad financiera concede un préstamo al propietario hasta su fallecimiento, que es avalado con la propia vivienda.
La particularidad es que no se tienen que devolver en vida las cantidades recibidas ni los intereses, como sí sucede en una hipoteca normal. La deuda que genera este producto financiero queda aplazada hasta el fallecimiento del contratante y es en ese momento cuando los herederos tienen la posibilidad de devolver la deuda más los intereses -el importe variaría en función del tiempo transcurrido- para así recuperar la vivienda o, por el contrario, pueden decidir renunciar a la misma y no asumir ningún coste por el préstamo.
Con esta fórmula se conserva la propiedad de la vivienda hasta el fallecimiento, por lo que los propietarios tienen que seguir pagando los gastos asociados al mantenimiento de esta. El importe del préstamo dependerá de factores como la edad y los tipos de interés, además de, lógicamente, el valor de la vivienda. Los propietarios podrán elegir si prefieren recibir la renta del préstamo en forma de capital -es lo menos habitual- o en forma de renta vitalicia que se pueda empezar a cobrar de forma inmediata o diferida.
¿Es entonces una buena opción? Como decíamos, es una buena alternativa para las personas mayores de 65 años, propietarias de una vivienda, y que no cuentan con el ahorro financiero suficiente para financiar su jubilación. Para monetizar la vivienda también existen otras opciones como la nuda propiedad o el alquiler inverso, por lo que siempre es necesario recurrir a expertos independientes que nos ayuden a entender qué solución es la que realmente se adapta a nuestras circunstancias.