Historia, problema y alternativas de la Seguridad Social
Iniciamos una seria de artículos sobre el sistema de pensiones y el ahorro a largo plazo que hemos recogido en el documento “Pensiones Menguantes. Responsabilidad Creciente” que pueden consultar al final en PDF. En este primer post, queremos realizar una aproximación al origen, el problema y las posibles alternativas del sistema de pensiones actual.
Tras los avances en materia social en Alemania –Ley de Seguro de Enfermedad de 1883 y posteriores leyes-, los trabajadores españoles comienzan a unirse en busca de protección en momentos complicados como desempleo, enfermedad, viudedad o jubilación. Comienzan creando un sistema propio a través de seguros y mutualidades pero la falta de medios y formación y la inseguridad jurídica hacen que fracase.
Por otra parte, las empresas toman conciencia del problema y suavizan las condiciones de trabajo para alargar la vida laboral y evitar el desamparo. Cierto es que se reducían las remuneraciones pero obtenían ciertos ingresos durante su vejez. Cabe destacar el papel que durante estos años desempeñaron las Cajas de Ahorros o Montes de Piedad que, inspirándose en el papel de entidades similares europeas, trataron de elaborar seguros sociales para sus miembros sin gran éxito.
Desde la Administración del Estado destaca el papel del Instituto Nacional de Previsión creado en 1908, con cierto retraso pues desde 1883 la Comisión de Reformas Sociales estuvo trabajando en su constitución. Su misión es velar por la asistencia sanitaria y el retiro obrero.
Esta institución colaboró en la elaboración de diferentes normas sociales y participó en el desarrollo e implementación. Entre ellas destaca el Seguro Obligatorio del Retiro Obrero (1919). Se trató de un seguro de afiliación obligatoria para trabajadores por debajo de cierto límite salarial entre los 16 y los 65 años por el que recibirían un subsidio durante jubilación de cuantía suficiente para la subsistencia. Este sistema, de manera inestable, se mantuvo hasta la Guerra Civil Española.
Después aparecerían el Subsidio y, posterior seguro, por Maternidad que concedía asistencia médica durante el parto, el Seguro Obligatorio de Enfermedad para cubrir las bajas laborales por enfermedad y el Seguro Obligatorio de Vejez e Invalidez (SOVI) para cubrir la jubilación.
Sin embargo, la Seguridad Social como hoy la conocemos no surge hasta la segunda mitad del siglo XX.
Es en 1963, con la Ley de Bases de la Seguridad Social, cuando se busca lograr un modelo unitario para la protección social de los trabajadores españoles. El Estado trata de agrupar los diferentes esquemas de protección conocidos en aquella época para darle solidez. Se optó por un sistema de reparto que protejería el derecho a la jubilación de los trabajadores de aquél momento. Es decir, los que se jubilaran en aquellos años tendrían derecho a pensión sin apenas haber cotizado al sistema.
El “contrato” que los trabajadores españoles tienen con la Seguridad Social dice que a cambio de aportar un porcentaje de nuestro salario todos los meses a la Seguridad Social, ésta nos protegerá en aquellas situaciones en las que nos encontremos indefensos (desempleo, jubilación, incapacidad, etcétera). Era un sistema muy influido por las necesidades de aquella época y que era posible gracias a una esperanza de vida corta y una población poco envejecida.
Actualmente, dichas condiciones han cambiado radicalmente. Nuestra esperanza de vida ha crecido mucho y nuestra vejez más larga con cada nueva generación, cada vez empezamos a trabajar –y a cotizar– más tarde pero seguimos queriendo jubilarnos, más o menos, a los 65 años. El sistema no estaba preparado para demografía como la actual y por ello es necesario replantearse el modelo y tomar medidas para su adaptación a la sociedad del siglo XXI.
El Problema Actual
Cuando nació la Seguridad Social en España, la situación demográfica del momento hacía posible que muchas pequeñas aportaciones por parte de los cotizantes fueran suficientes para financiar las prestaciones de los pocos que llegaban a superar la edad de jubilación sin apenas haber cotizado. Sin embargo, y como comprobamos con la evolución de la pirámide poblacional, cada vez son más y durante más tiempo los que reciben la pensión de jubilación reduciendo la relación cotizantes-pensionistas. Es decir, la relación entre los que aportan y los que reciben. Y las pensiones se han convertido en una carga insostenible para los cotizantes.
Por otro lado, supone un lastre para los costes de las empresas y si optamos por incrementar las cotizaciones a la Seguridad Social estaremos perdiendo competitividad internacional.
Como se observa en el cuadro de Vicente Esteve, Catedrático de la Universidad de Valencia, el número de pensionistas aumenta sin detenerse mientras que el número de cotizantes –eliminando el factor cíclico– no lo hace de la misma manera, reduciéndose la relación entre los que aportan y los que reciben y deteriorando la sostenibilidad a largo plazo del sistema.
Como se observa en estas proyecciones del CSIC, la evolución poblacional española ha acentuado el problema y las estimaciones apuntan a un deterioro alarmante en los próximos cuarenta años.
Alternativas
Sistema de Capitalización
La solución que muchos expertos dan a este problema son los sistemas de capitalización. En lugar de que nuestras cotizaciones se incluyan en una caja común y paguen las prestaciones de los pensionistas actuales, este sistema pretende que cada uno invierta sus cotizaciones de acuerdo a unos parámetros, tema de profundos desacuerdos entre la doctrina, para recuperarlo en el momento de su jubilación. Es decir, es un sistema en el que cada uno recibe el importe equivalente a sus propias aportaciones. Se habla mucho del caso de Chile y la magia de la capitalización pero es un sistema que entra en conflicto con la idea constitucional de redistribución.
Un sistema de capitalización requiere una política de inversiones de acuerdo a los parámetros de cada trabajador y un seguimiento continuo del ahorro ya que de ello dependerá el capital acumulado en el momento de la jubilación. La incertidumbre de la esperanza de vida de un individuo hace de la longevidad un riesgo financiero ante la posibilidad de no haber ahorrado lo suficiente para financiar un periodo de inactividad tan largo.
La generación perdida
No debemos olvidar que en el momento de la constitución del sistema se logró que jubilados que no habían cotizado nunca tuviesen una prestación digna en el momento de su jubilación. La siguiente generación, la que aportó para cubrir dichas necesidades de la anterior, mantuvo el sistema gracias a la generación posterior, y así sucesivamente.
En el momento en que el sistema se suspenda habrá una generación que haya realizado aportaciones y que sin embargo no recibirá prestación alguna, es la llamada generación perdida.
Numerosas veces se cita como ejemplo de transición el caso chileno pero hay que tener presente que su éxito fue el resultado de una situación de crisis en la que la generación perdida y los jubilados de aquel momento tuvieron que aceptar importantes quitas a sus pensiones porque el sistema se había quedado sin fondos, asumiendo unos recortes tremendos en sus prestaciones.
Sistema Mixto
Parece que las autoridades españolas se inclinan hacia un sistema mixto donde la pensión pública pierda peso y se potencien los sistemas de capitalización privados. Todo esto a través de un modelo de transición progresivo en el que aquellos con más tiempo para prepararse soporten un mayor recorte en las pensiones públicas, es decir las generaciones más jóvenes.
Respecto a cómo potenciar esos sistemas de capitalización privada existen diferentes corrientes. Algunos opinan que debería reducirse el peso que ahora tienen los planes de pensiones pues sus ventajas fiscales restan progresividad al sistema fiscal, contradiciendo el mandato constitucional. Argumentan que deberían articularse a través de planes de empresas u otros sistemas similares sin aquellas ventajas fiscales que permiten una mayor deducción cuanto mayor sea la base imponible del sujeto, es decir, su nivel de ingresos.
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