Planificación financiera antes de invertir: ¿por qué es importante?
Parece una norma no escrita pensar en dinero cuando hablamos de invertir. Por un lado, es normal; cuando acudimos a los mercados financieros lo que buscamos es rentabilizar nuestro dinero, ya sean nuestros ahorros de años, la herencia que nos ha llegado, el premio de la lotería o, simplemente, una parte de nuestro salario. El problema viene cuando pensamos únicamente en el dinero y nos olvidamos de todo lo demás, que es realmente lo importante.
Invertir es mucho más que dinero. Invertir es tener en cuenta las emociones y, sobre todo, la parte personal de cada uno de nosotros. En Abante vamos a cumplir dos décadas ayudando a nuestros clientes a relacionarse con su dinero y a tomar mejores decisiones financieras y de inversión, pero también vitales, personales y profesionales. Porque concebir lo primero sin tener en cuenta lo segundo es un gran error.
Uno de los principales problemas que hay en torno al mundo de la inversión tiene que ver con nuestro propio comportamiento. Nuestra parte emocional nos lleva a tomar malas decisiones de inversión, como invertir sin pensar en qué queremos conseguir con ese dinero.
Nos olvidamos de nuestro plazo de inversión, de nuestro perfil de riesgo y de qué activos son los adecuados para nosotros -tanto desde el punto de vista financiero como fiscal- y nos dejamos llevar por las modas del momento o por lo que nos ha aconsejado algún conocido o amigo. Y esta tendencia continúa cuando ya estamos invertidos: intentamos hacer market timing, nos salimos del mercado en los momentos de volatilidad por miedo a perder más dinero o nos quedamos en stand by a la espera de que haya una cierta tranquilidad que nos indique si ha llegado el momento de entrar o no.
¿Por qué cometemos estos errores?
Todo lo anterior nos lleva a tomar malas decisiones de inversión que nos hacen perder dinero y, en consecuencia, terminamos pensando que no hay fondos de inversión buenos, o planes de pensiones rentables, o que invertir es para otros, cuando, en realidad, lo que nos pasa es que hemos hecho el proceso al revés. Hemos invertido pensando en el producto en concreto, sin pararnos a pensar en por qué queremos invertir.
¿Cuáles son mis objetivos? ¿Qué quiero conseguir con ese dinero que voy a invertir? ¿Cuándo necesitaré el dinero que quiero rentabilizar? Responder a estas preguntas es el primer paso que debemos dar antes de invertir. Porque puede que nuestra respuesta sea “quiero comprarme una casa” y que la de nuestro vecino tenga que ver con asegurar su jubilación o pagar la educación de sus hijos. Debemos interiorizar que lo que es bueno para algunas personas puede que no lo sea para nosotros. Por ello, antes de acudir a los mercados financieros, debemos hacer un ejercicio de planificación financiera que nos ayude a contextualizar el dinero dentro de nuestro proyecto vital.
Planificación financiera: un plan global y personal
Definir ese “para qué quiero invertir” antes del “cuánto quiero invertir” es siempre fundamental. Saber cuáles son nuestros objetivos nos va a ayudar a ubicarlos en el tiempo y en nuestra vida, lo que nos va a servir para fijar nuestro horizonte temporal de inversión -cuánto tiempo vamos a dejar el dinero invertido-, que es uno de los aspectos más importantes a la hora de definir en qué activos vamos a estar invertidos.
Y si el tiempo importa, el coste de nuestros objetivos, también. Con ayuda de un asesor financiero podremos determinar qué coste tienen, al tiempo que analizamos nuestra situación financiera y patrimonial, cuál es nuestro punto de partida y qué cantidad podemos destinar cada mes a invertir. Todo ello nos va a ayudar a saber qué rentabilidad le tenemos que exigir a los mercados financieros y a definir la estrategia de inversión que nos ayude a conseguir nuestros objetivos, teniendo en cuenta nuestro perfil como inversor.
Conocer nuestra aversión al riesgo y con qué tipo de activos estaríamos cómodos es fundamental para poder hacer frente a los momentos de incertidumbre y caídas en los mercados y evitar tomar malas decisiones movidos por nuestras emociones. Porque, aunque la planificación financiera siempre es importante, se vuelve primordial cuando hay turbulencias. ¿El motivo? Si nuestras inversiones son el resultado de un buen ejercicio de planificación financiera podremos estar tranquilos porque estaremos invertidos en los productos que realmente se ajustan a nuestras necesidades y objetivos. Y si nuestras circunstancias o planes cambian, podemos volver a redefinir nuestro plan personal y financiero y reorientar nuestra estrategia de inversión en la media que necesitemos.
Para tener éxito con nuestras inversiones, el ejercicio de planificación financiera que hagamos debe ponernos siempre en el centro. Solo con un plan global y a la medida podremos conocer todos los escenarios y analizar las consecuencias de cada uno de ellos y responder a preguntas que tengan en cuenta también la parte fiscal como “¿me interesa fiscalmente invertir en un fondo de inversión?”, “¿cuándo me interesa rescatar mi plan de pensiones?” y a otras que vayan más allá y tengan en cuenta otras preocupaciones “¿y si en el futuro no puedo seguir generando rentas, cómo puedo cubrir el efecto de lo imprevisto?”, “¿Me conviene hacer una donación en vida a mis hijos?”.
Y es que, como recuerda Belén Alarcón, socia de asesoramiento patrimonial de abante, “el dinero no es un fin sí mismo, sino que es el medio que nos ayuda a conseguir lo que para nosotros es importante”. Por ello es vital trazar un plan financiero y personal que nos ayude a conseguir lo que realmente es importante.
- Te puede interesar: Asesoramiento personal financiero para tus inversiones