¿Por qué nos cuesta ahorrar?
La mayoría de la gente quiere ahorrar, para viajar, para comprar una casa, para cubrir imprevistos, para la jubilación, etc. Pasar del deseo a la acción no es, sin embargo, tan sencillo. Más allá de la capacidad económica de cada uno –no todos tienen las mismas posibilidades-, la cuestión es que casi todos pensamos que no ahorramos lo que nos gustaría o lo que deberíamos. ¿Por qué?
Para empezar, debemos tener claro que el ahorro es consumo diferido (dejamos de gastar hoy para acumular un dinero que usaremos con otro fin en el futuro) y ahí está la clave de que nos cueste: al ser humano, en general, le resulta difícil posponer la gratificación, sacrificar la satisfacción presente por el beneficio futuro (sucede lo mismo, por ejemplo, con las dietas o dejar de fumar).
Es decir, tal y como explica la teoría del descuento hiperbólico, la recompensa futura tiene menor valor para la persona que la recompensa actual. Esto quedó claramente ejemplificado con el experimento del malvavisco que se hizo en la década de 1960, cuando Walter Mischel, un psicólogo de la Universidad de Stanford hizo una prueba con niños para comprobar la capacidad de las personas de posponer la gratificación.
Así, a cada niño, sentado frente a una tabla sobre la que se ponía un malvavisco, se le daba dos opciones: mientras el instructor salía de la sala, el niño podía bien comerse en ese momento el malvavisco o esperar unos minutos y cuando volviera el instructor, si no lo había comido, recibirá otro como recompensa por su paciencia. Muchos niños prefirieron la primera opción a pesar de la recompensa por esperar apenas unos minutos.
Objetivos y planificación para impulsar el ahorro
Una de las opciones que tenemos para que ahorrar sea menos complicado es hacernos un plan financiero, con unos objetivos bien planteados: ¿para qué queremos ahorrar? Si tenemos en mente el objetivo y el horizonte temporal, será más probable que consigamos nuestra meta.
Podemos llevar a cabo algunas estrategias, como pre-ahorrar, algo que aconsejan todos los expertos. Es decir, no destinar a ahorro solo lo que nos sobra, puesto que lo más probable es que no nos sobre. Sin embargo, si tenemos un objetivo de ahorro fijo será más sencillo ajustar después el gasto al dinero del que podemos disponer.
Los cambios económicos y demográficos que estamos viviendo a nivel mundial y que se acelerarán en los próximos años, nos permiten anticipar la necesidad de pensar en el futuro y planificar cómo financiar una mayor esperanza de vida. Cinco años más de esperanza de vida pueden significar una necesidad de ahorro adicional hasta el momento de la jubilación de hasta un 26% (cálculos realizados para una persona de 50 años que desea una renta de 3.000 euros a partir de los 65).
¿Qué rentabilidad necesita para financiar su objetivo? Calcule su caso: