¿Qué es el sesgo nacional al invertir?

Las decisiones que las personas tomamos en nuestro día a día vienen guiadas, en parte, por nuestras emociones. Actuamos movidos por nuestros sesgos psicológicos y, muchas veces, no de la forma más racional posible. Cuando hablamos de invertir, ocurre lo mismo. Nos dejamos llevar por modas o tendencias sin pensar en para qué lo hacemos realmente, sin preguntas si esta inversión la que realmente encaja con nuestras circunstancias y necesidades, o si se adecua a nuestro plazo y a nuestro perfil de riesgo.

El psicólogo estadounidense Jonathan Haidt estableció una metáfora al estudiar el cerebro y los comportamientos psicológicos: existen dos partes cerebrales, el elefante y el jinete. El elefante es nuestro lado emocional e impulsivo, representando el corto plazo y la inmediatez, mientras que el jinete mira las metas a medio y largo plazo, es nuestra parte racional. Belén Alarcón, socia y directora de Asesoramiento patrimonial de Abante, explica que “actuar en lugar de reflexionar es el error más común, porque cuando reflexionamos podemos planificar, es decir, nos damos tiempo para pensar en los diferentes escenarios en los que nos podemos encontrar”.

Rainer Zitelmann, inversor y escritor, explica en su libro “Libertad Financiera” que los inversores muchas veces se dejan llevar por el sesgo nacional. Pero ¿qué es exactamente? Consiste en querer invertir en el propio país por el miedo o desconocimiento del mercado extranjero.

“Los inversores son mejores a la hora de evaluar el valor de las oportunidades de inversión radicadas en su país que el potencial de opciones disponibles en otros mercados, pero este comportamiento lleva a inversores a perderse oportunidades de inversión que ofrecen mayor rentabilidad y, además, aumenta el perfil de riesgo de sus operaciones. Las pérdidas provocadas por este enfoque pueden ser de entre el 1,48% y el 9,79%, dependiendo de los distintos mercados analizados”, explica en el libro.

El orgullo nacional es uno de los motivos que influyen en la creencia de que lo propio es superior a lo del resto. “Los investigadores han demostrado que las inversiones en el extranjero disminuyen cuando aumenta el patriotismo. Para ser precisos, una caída del 10% en los niveles de patriotismo observados en Estados Unidos conllevaría un aumento notable de las inversiones en el extranjero de 260.000 a 440.000 millones de dólares”, destaca Zitelmann.

Las personas “decidimos emocionalmente y justificamos racionalmente”, como explica el neurólogo António Damásio. El sesgo nacional muestra cómo nuestras emociones y prejuicios intervienen cuando tomamos decisiones sobre qué estrategia de inversión deberíamos seguir o en qué productos y tipo de activos deberíamos depositar nuestro dinero. Por ejemplo, en el contexto del boom de la inteligencia artificial, ¿quién no ha pensado en invertir en IA? Otro ejemplo clarísimo lo tenemos echando la vista atrás para recordar las colas que vimos hace casi dos años para comprar letras del Tesoro.

En realidad, invertir o no en una tendencia concreta no debería tener tanto que ver con su desempeño -hay que recordar que rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras- y sí con las necesidades de cada uno.

El dinero es un medio que nos ayuda a conseguir lo que queremos, nuestro objetivo, que es el fin. Por ello, hay que trazar un plan estratégico y global, en el que tengamos en cuenta nuestro horizonte temporal, nuestras metas y necesidades: para qué queremos invertir. En este sentido, Zitelmann subraya: “Tenemos que protegernos ante prejuicios y emociones, inmunizarse frente a la presión de grupo y resistir el atractivo de las tendencias de inversión”.